domingo, 4 de diciembre de 2022

UN NIÑO LLAMADO HUNTER


La vida me puso en el camino el trabajar de nuevo en un centro comercial. Luego de haber pasado 20 años de haber vivido esa experiencia, me tocó otra vez. De nuevo estaban allí el personal de seguridad, los clientes, el jefe, los compañeros de las tiendas y los kioskos contíguos y los caminantes. Estos últimos son personas que sólo van al centro comercial a hacer ejercicio o a distraerse un rato. Entre ellos hay personas jóvenes, y gente mayor, mucha gente mayor.

Entre los caminantes destacaba una señora que siempre pasaba caminando con un coche. Su nombre Eva. No hablaba con casi nadie, estaba enfocada en hacer sus vueltas para terminar su ejercicio y luego regresar a casa. El niño del coche se llama Hunter. Me pareció tan bonito cuando lo vi. Un niño como cualquier otro a su edad, 2 años y algo. Blanco, rubio, alegre, bien portado (estaba mucho tiempo con su abuela) y con varios lunares chiquititos en su mejilla derecha. Me recordaba a mi sobrino Alejandro que ya está por cumplir los 30. Cuando lo veía me dió por saludarlo y él saludaba de vuelta.

El tiempo fue pasando y Hunter iba casi todos los días acompañando a su abuela, pero como cosa inevitable, comenzó a crecer y ya no iba en coche, sino caminando. Ya había cumplido los 3 años y hablaba un poco más. Ya no sólo me saludaba, sino que su abuela se acercaba para que me saludara y pronto Hunter comenzó a darme los más dulces abrazos para decirme hola y nosotras comentábamos una que otra cosa.

Un día le dije: -Hunter! tu abuela me dijo que habías cumplido años y estaba esperando que vinieras para darte algo. Le traje un carrito de compras de supermercado miniatura para jugar y le dí unos chocolates. Él estaba feliz, no podía creer que habían regalos extras para él (fuera de su familia). Y así, de vez en cuando, le llevaba chocolates o chupetas o algo que lo hiciera saltar de la alegría. Él me agradecía y se iba contento.

En otra oportunidad cuando se acercó a saludarme le dije que tenía algo de sencillo y que deseaba dárselo para que fuera a buscar caramelos. Cerró su manita para que no se le cayera ninguna moneda y se fué saltando a buscar las máquinas para buscar su recompensa. Su alegría era la mía y pensaba cómo unas pocas monedas podían hacer tan feliz a alguien.

Como trabajaba en la mitad del centro comercial, en un pequeño kiosko, era fácil ver quien pasaba y hablar con muchas personas (aunque mi jefe me recordara que no me pagaba para hablar con la gente sino para vender).  Cuando estaba vendiendo Eva le decía a Hunter que yo estaba ocupada y que me saludaría después, pero ya era nuestro ritual: abrazo, saludo y una pequeña charla. Él no quedaba muy contento con no poder acercarse. Recuerdo a mi compañera del siguiente kiosko decirle una vez a Eva que esperara un poco y dejara que el niño me saludara. Ya él había pasado y ya se iba. No nos habíamos saludado y como ya su abuela se iba, lo cargó para llevárselo porque lloraba desconsoladamente. Volteé y lo ví. -Hunter! y abrí los brazos. Él corrió hacia mí llorando y me abrazó tan fuerte mientras se fue calmando poco a poco. Lo cargué y le dije que todo estaba bien, poco a poco dejó de llorar. Cuando se calmó, se lo dí a su abuela y le dije que nos veríamos mañana.

Meses después Eva me dijo que estaba destrozada. Que Hunter comenzaría el colegio y que ya no estaría con ella todo el tiempo, sus padres querían que comenzara la escuela por su edad, ya entrando a los 4 años y además pronto nacería su hermanita Haley. Y así fué. No vi más a Hunter. Pasó el tiempo, la pandemia y tomé otro trabajo y aunque a veces veía a Eva y a Haley, no vi más al niño que había robado mi corazón. Hay muchas más historias con Hunter, pero la mejor está por venir.

Mi hija mayor creció y comenzó a ayudar algunos días a quien era mi jefe. Un día me pidió que me quedara con ella mientras abrían los kioskos y nos quedamos en el área de la comida esperando que pasara el tiempo y.... de pronto vi a Eva, su esposo y un niño que llevaba un coche. Era Hunter! llevaba a su hermanita. Desde lejos saludé a Eva y ella paró. Habló con el niño y el asintió. Comenzaron a acercarse y un Hunter de casi 7 años me saludó. Le dije: ¿Te acuerdas de mí? y movió su cabeza diciendo que sí. Entonces le abrí mis brazos y el niño me abrazó tan duro y con tanta ternura como cuando uno encuentra a un amigo querido que pensó que no vería más. Su cabeza descansó en mi hombro como tiempo atrás. Ese día fué muy feliz para mí, no sé si para él. Recordar sus historias de que quería ser médico cuando fuera grande y yo diciéndole que sería su primera paciente, sus manitas pequeñas con caramelos y todos esos pequeños episodios volvieron a mi mente. 

A veces de lo cotidiano pueden salir historias muy hermosas y lazos increíbles con gente que sólo pasa a nuestro lado.


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