domingo, 4 de diciembre de 2022

OJALÁ PUDIERA DECÍRSELO A MI ESPOSA


Un día de trabajo normal para mi implica ver a mucha gente. Algunos conocidos, otros por conocer. No siempre tenemos tiempo de detenernos a observar a los demás. A mi me gusta observar, eso me da mucha información sobre la raza humana. Algunos hacemos unas cosas y otros hacemos otras.
Hace unas semanas me pasó algo bonito, gracioso y agradable. Tenía que comprar algo en el departamento de alimentos del mar de un supermercado y no había nadie. Comencé a mirar por aquí y por allá, nada. Era muy temprano en la mañana y nada estaba puesto en su lugar. Pensé y decidí preguntar a un señor que estaba en el departamento de carnicería contiguo al de pescadería.

-Disculpe señor, buenos días.
-Buenos días señora. ¿Puedo ayudarle?
-En realidad estoy buscando a alguien que pueda atenderme en pescadería, pero parece que es muy temprano.
-No se preocupe, yo puedo atenderla.

Sonreí y le dí las gracias.

Miraba al carnicero, tenía el cabello gris, tambien barba y bigote del mismo color. Tal vez en sus 60. Era agradable. De pronto al observarlo comencé a sonreir. Él estaba muy enfocado en lo que hacía, como cuando lo encontré que cortaba un trozo de carne. Trataba de ver cómo hacer para poder ponerle precio a lo que me estaba despachando. No parecía estar familiarizado con esa máquina y los códigos. El seguía y seguía intentando; de pronto movía su cabeza como diciendo que esa no era la forma. Y al fin lo conseguió. Eso era lo que pasaba de su lado, pero del mío pasaba algo totalmente distinto.

Yo miraba a aquel caballero y admiraba su amabilidad, su tenacidad de no dejarse ganar por la máquina y atender bien a un cliente. De pronto, comencé a sentir su energía, fué algo extraño, pero así sucedió. De ese hombre emanaba una gran bondad. Yo sólo lo observaba y sentía esa agradable energía, mientras sonreía mirándolo.

-Aquí tiene señora, ¿algo más?
-No, en realidad ha sido usted muy amable. Gracias por atenderme. Le dije.

El sonrió.

-¿Puedo decirle algo? Pregunté.

Entonces colocó sus manos sobre el mostrador y apoyo su barba en ellas como un niño pequeño que presta mucha atención asintiendo.

-Debo decirle que usted es un buen hombre, de su ser emana mucha bondad. Disfruté mucho mirándolo mientras me atendía, porque sentí esa energía que salía de usted.

El abrió sus ojos como sorprendido de lo que le decía, caminó hacia atrás y casi se cae, porque se tropezó con algo. Me dijo entre risas...

-Ojalá mi esposa pudiera escucharla, ella no piensa igual!. Y se rió.
Yo también me reí y le dije: -Ninguna de nosotras lo hace!  Mientras nos despedíamos riéndonos ambos. 

Me pregunto si le habrá contado. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario