sábado, 11 de abril de 2015

LOS DOCENTES Y LOS VALORES EN EL SALON DE CLASE












Cuando hablamos de valores, muchas veces hablamos de idiomas distintos porque lo que puede ser un valor importante para una persona, puede que no lo sea para otra.  Sin embargo, existen unos valores reconocidos mundialmente como esas creencias o convicciones profundas de los seres humanos que determinan la forma de ser de cada cual y orientan su conducta en la interrelación con su entorno.  

Una de las metas importantes para un docente, además del desarrollo del área cognitiva y del aprendizaje de sus estudiantes, debería conllevar al logro de que los estudiantes puedan practicar en su vida cotidiana los valores que se promueven dentro del aula.  Esto no es fácil de hacer, porque entonces el profesor debe convertirse en el modelo a seguir y no todo el mundo está dispuesto a hacer lo correcto, si puede hacer lo más fácil.  
Dentro del mundo de los valores destacan la paz, la amistad, el amor, la comprensión, la justicia, la lealtad, la libertad, el perdón, el respeto, la responsabilidad, la sencillez, la solidaridad y la tolerancia. ¿Pero cómo puede un profesor promover estos valores en su clase?  

Si pensamos que con su práctica estamos orientando a los jóvenes hacia la transformación social y a su propia realización, entenderemos que es perentorio comenzar a utilizar estrategias que ayuden al educador a enseñar integralmente.   
Cada estudiante que se convierte en un promotor de valores, dará su ejemplo por la manera en que vive y se conduce.   
Mucho se ha dicho que los valores se siembran en el hogar y es cierto, pero un buen profesor puede orientar a sus estudiantes de distintas maneras para ayudarlos en su práctica.  Incluso puede ser motivo de inspiración para sus estudiantes como modelo a seguir.  

Si el docente es un ser pacífico, que busca hablar con sus estudiantes, comprenderlos, brindarles su amistad y guía en aras de que los jóvenes obtengan su máximo potencial, dejará una marca imborrable en ellos. Para ello la justicia, significando que no por ser el profesor se tiene siempre la razón dando oportunidad a los muchachos de que se hagan responsables de sus acciones; es una de las actitudes que quien dirige la clase debe tratar de buscar, con equilibrio en sus decisiones en aras de mostrar tolerancia y una actitud humilde que permita que el alumno se sienta en todo momento respetado.  

Si no existe respeto entre el profesor y sus educandos es muy difícil que se pueda dar un buen ambiente dentro del aula, pues se establecerán dos bandos: profesor contra estudiantes y viceversa. Por esto es primordial el valor del respeto, porque es un comienzo a una serie de intenciones que demandarán del docente una apertura mental que le proporcione las herramientas principales para poder practicar el resto de los valores.   

No puede exigir un docente responsabilidad en la entrega de trabajos si él mismo no entrega las notas para la fecha que promete o tiene una actitud tan relajada que no exige a sus alumnos una fecha tope de entrega. Tampoco puede pedir que sus estudiantes lleguen temprano a clase si él mismo no cumple con esta regla. No puede querer que los muchachos sean sus amigos o al menos mantener una relación cordial sino abre las puertas a la comunicación y al entendimiento. 

Un guía (misión principal de quien enseña) debe ser lo suficientemente humilde para entender que su palabra no será la última en muchas ocasiones y que la solidaridad, la lealtad, el respeto, la tolerancia y el perdón entre los seres humanos son algunos de los escalones que nos puede llevar a vivir en un mundo mejor y lleno de paz.  Un educador que entienda esto, puede transmitir a muchas generaciones este mensaje a través de su ejemplo y de la huella imborrable que deja a su paso.